lunes, 4 de enero de 2016

La primera

Salió caminado, estaba entrando en el pasillo cuando lo vio sentado. Solamente esbozó un hola que casi ni se escuchó. A diferencia de ese “Hola”, él no respondió. La miró de arriba abajo y se detuvo en las caderas de ella, siguió deteniéndose también en la curvatura que le nacía entre los hombros y el cuello, para quedarse unos segundos en los labios y morir por unos segundos eternos en la boca de ella. Llegó a los ojos, se quedó mucho tiempo mirándola a los ojos, ella se sintió avasallada e invadida. Nerviosa bajó la mirada y siguió caminando y subió las escaleras mientras él seguía mirando inquisitivamente.
Cuando pasó esto no había nadie alrededor, entró al baño y se miró al espejo, estaba roja y el corazón lo tenía en la boca. Calculó el tiempo para bajar y lo hizo. Todavía no había nadie ahí, y él seguía sentado. Lo miró e intentó sostenerle la mirada, como quien mide fuerzas con otro y los ojos negros de él ahora eran dos pupilas enormes dilatadas. De nuevo la recorrió con la mirada pero cuando sus ojos se encontraron con los de ella, la lucha empezó. Ella caminaba y lo miraba, él le sostenía la miraba, como queriendo decir algo que creo que ni él sabía que era.
No era la primera vez que la miraban así, es algo muy común ese intercambio de miradas, en el subte, en el colectivo, en la calle, en un parque…Era la primera vez que sabía que él la miraba así, por eso se le había disparado el corazón. Siguió caminando y mirándolo de reojo, él inmóvil, la desnudaba con una elegancia osada que logró que ella apurara el paso. Entró donde estaban las demás personas. –¿Estás bien?, le preguntó una amiga que la notó rara. Sí, dijo ella aún nerviosa. -Estoy un poco mareada, le dijo y se sentó. Cuando se fijó la hora en el celular sólo habían transcurrido 6 minutos desde que fue al baño y volvió, pero habían parecido 30.